¿Alguna vez han visto una película que parece que los últimos cinco minutos hubiesen sido mejor que las dos horas completas? Pues algo así me paso ayer con mis hijas. ¡Dios pero que día el que tuve!
Dorcas, definitivamente está muy apegada a mí (esto de trabajar con ella encima desde los dos meses de edad no ha sido una buena decisión) y Anna, bueno, ella trata de ser lo más obediente posible pero su mismo carácter imparable a veces la hace llegar a algunos extremos algo exasperantes para mí.
Lo cierto es que durante todo el día con la bebé llorando, solo queriendo que la cargue, Anna con su energía a millón queriendo que participe de su juego de maestra, de vendedora, de oficinista y con trabajo secular que hacer también desde casa, la película parecía de terror. Estaba sintiendo que me volvería loca, tenía unas ganas inmensas de dejar todo, el trabajo, las niñas y salir corriendo a una montaña muy alta y gritar muy fuerte.
¿Pero quién mas es nuestro refugio que el Dios que nos ha dado la bendición de la familia? Así que decidí que me iría a la iglesia a una actividad evangelística que había (era como si necesitaba que me hablaran de Jesús). Arreglé a las niñas y me arreglé yo como pude, cabe destacar y nos fuimos.
Siempre encontraré refugio, paz y sosiego a mis angustias en los brazos de mi Dios. La actividad se desarrolló, gracias a Dios mi esposo me pudo ayudar un rato con la bebé y pude descansar mi espalda que me estaba matando. Al salir de la actividad, regresan los niños de ser atendidos. Atención, es aquí donde vienen los cinco minutos más buenos de la película (sonrisas), y la maestra que atendió a Anna se me acerca y me dice: “tu hija es muy tierna” (yo dentro de mí me pregunto: ¿es enserio?) continúa la maestra: “estábamos en la clase y preguntamos a todos los niños qué querían ser cuando sean grandes y fueron respondiendo, yo doctor, yo maestra, yo astronauta y cuando le preguntamos a Anna, con una sonrisa y mucha emoción nos dijo ¡Yo quiero ser mamá!”.
Esas palabras realmente fue un ¡Lo estás haciendo bien a pesar de todo! Que mi hija admire el trabajo que hago con ellas como madre en realidad no tiene precio. Ese costo que tiene mi sacrificio y que ella lo vea y lo quiera imitar, para mí es simplemente Dios diciéndome: ¡Hija mía, te escogí para ser madre porque puedes hacerlo bien bajo mi dirección!
Ánimo mamita que lees este escrito. No permitas que el estrés de ser mamá sea mayor que la recompensa de formar vidas para que den gloria y honra a Jesús. Les invito a recobrar ánimo leyendo proverbios 31.
Dorcas, definitivamente está muy apegada a mí (esto de trabajar con ella encima desde los dos meses de edad no ha sido una buena decisión) y Anna, bueno, ella trata de ser lo más obediente posible pero su mismo carácter imparable a veces la hace llegar a algunos extremos algo exasperantes para mí.
Lo cierto es que durante todo el día con la bebé llorando, solo queriendo que la cargue, Anna con su energía a millón queriendo que participe de su juego de maestra, de vendedora, de oficinista y con trabajo secular que hacer también desde casa, la película parecía de terror. Estaba sintiendo que me volvería loca, tenía unas ganas inmensas de dejar todo, el trabajo, las niñas y salir corriendo a una montaña muy alta y gritar muy fuerte.
¿Pero quién mas es nuestro refugio que el Dios que nos ha dado la bendición de la familia? Así que decidí que me iría a la iglesia a una actividad evangelística que había (era como si necesitaba que me hablaran de Jesús). Arreglé a las niñas y me arreglé yo como pude, cabe destacar y nos fuimos.
Siempre encontraré refugio, paz y sosiego a mis angustias en los brazos de mi Dios. La actividad se desarrolló, gracias a Dios mi esposo me pudo ayudar un rato con la bebé y pude descansar mi espalda que me estaba matando. Al salir de la actividad, regresan los niños de ser atendidos. Atención, es aquí donde vienen los cinco minutos más buenos de la película (sonrisas), y la maestra que atendió a Anna se me acerca y me dice: “tu hija es muy tierna” (yo dentro de mí me pregunto: ¿es enserio?) continúa la maestra: “estábamos en la clase y preguntamos a todos los niños qué querían ser cuando sean grandes y fueron respondiendo, yo doctor, yo maestra, yo astronauta y cuando le preguntamos a Anna, con una sonrisa y mucha emoción nos dijo ¡Yo quiero ser mamá!”.
Esas palabras realmente fue un ¡Lo estás haciendo bien a pesar de todo! Que mi hija admire el trabajo que hago con ellas como madre en realidad no tiene precio. Ese costo que tiene mi sacrificio y que ella lo vea y lo quiera imitar, para mí es simplemente Dios diciéndome: ¡Hija mía, te escogí para ser madre porque puedes hacerlo bien bajo mi dirección!
Ánimo mamita que lees este escrito. No permitas que el estrés de ser mamá sea mayor que la recompensa de formar vidas para que den gloria y honra a Jesús. Les invito a recobrar ánimo leyendo proverbios 31.
“Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas.”
Pro 31:29
Por Omarlis de Tapisquen
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