Okey, okey, es una frase ya muy trillada, todo ahorita tiene
que ver con la cuarentena, memes, noticias, publicidades; la lucha contra este
virus que ataca nuestro mundo y pone en riesgo la salud, el bienestar y la
unión de nuestra familia, entonces ¿por qué no aprovechar para compartir con
ustedes lo que ha sido este mes de encierro en casa, y como lo he llevado?
Esta situación de la cuarentena ha afectado emocionalmente a
la familia, vemos a padres adaptándose a una nueva rutina en casa y a hijos con
una hiperactividad que no saben cómo controlar, aparte de la zozobra que los
medios de comunicación han impartido sobre este Covid-19. Lo cierto es que cada
realidad es diferente a las demás, hay familias de dos nada más, otras de cuatro
y otras hasta de ocho o más, uuff, pero todos tenemos algo en común, ¡estamos
en casa juntos!
Quizá para algunas mamás esto ya les es familiar, por ejemplo
mi caso, pero hay mamás con su rutina de estar fuera de casa ocho horas y hasta
más y por una semana estuvo genial lo de estar en casa, pero ya un mes es como
mucho y se empieza a desencadenar el mal humor ligado al cansancio, al estrés y
a la angustia misma de la situación, esto sin agregar el aspecto económico. Esto
lo entiendo muy bien, fue lo que viví y sentí desde diciembre del año pasado
cuando decidí trabajar de forma independiente desde casa.
Algo que desafía nuestras capacidades es el hecho de estar más
ligadas a nuestros hijos con las asignaciones de la escuela en casa. En estos
días en el grupo de escuela de mi hija mayor se armaba una pequeña discusión
porque las asignaciones de la maestra eran mucho, y pues nosotras somos mamás
no maestras. A mi parecer y en mi experiencia, las maestras no son más que
tutoras de nuestros hijos, pues la educación y disciplina viene de casa, sí
claro, entiendo que no estamos capacitadas profesionalmente, pero con la
dirección de la maestra podemos lograr el cometido.
Esta situación en particular me hizo recordar a una mujer que
es descrita en proverbios 31. Parece realmente una mujer maravilla ¡puede hacer
de todo! El punto es que el encargarnos de la casa, del esposo, de los hijos y
del trabajo no es una misión imposible, realmente fuimos diseñadas para administrarnos
de tal forma que pudiéramos hacerlo posible. Todo es cuestión de disciplina,
empeño y esfuerzo y aquí es donde está la dificultad para muchas mujeres, el esfuerzo
que debe imprimir extra.
A mí me costó, estaba acostumbrada a un esposo que se
encargaba de la cocina, de la niña y a parte de su trabajo desde casa, y yo
salía a trabajar y regresaba solo a hacer pocas cosas porque me encontraba agotada.
Cuando me toca asumir mis responsabilidades en casa lo vi cuesta arriba, sentí
que no podía hacerlo, me sentí la peor esposa, la peor madre, la peor ama de
casa que pudiera existir en el mundo y allí entendí que todo se trata de un
esfuerzo más, que mi esposo y mis hijas lo merecen.
Crea tu rutina, enseña con tu ejemplo, haz participes a tus
hijos de los quehaceres del hogar, toma tiempo para aprender y jugar junto a
ellos; no los ignores, para ellos también es difícil esta situación y necesitan
de ti. Fortalece las relaciones familiares y amistades por llamadas y video
llamadas y por supuesto no te olvides de orar, leer y estudiar la Biblia en
familia.
No permitas que esta cuarentena te vuelva loca, por el
contrario, ve la oportunidad de demostrar la mujer virtuosa que puedes ser y
siéntete agradecida con Dios por lo que puedes dar. Muchas mujeres desearían tener
un esposo que atender o hijos a los que enseñar, ¡se agradecida!
Por Omarlis de Tapisquen
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