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Padres fariseos – Serie Creando bases firmes para las relaciones de los hijos Parte II

En la entrada anterior les compartí sobre modelar para nuestros hijos, es decir, ser de ejemplo en la relación matrimonial para dar la base al desarrollo de las buenas relaciones de nuestros hijos.

Tomando el mismo ejemplo de los padres fariseos de la entrada anterior, quiero compartirles una experiencia pero no en la relación con mi esposo sino directamente con mi hija.

Para mí ha sido un reto total el «regañar sin gritos», es una lucha que espero poder dominar antes de la adolescencia de mis hijas, ya que veo una relación fracturada entre ellas y yo si llega esa etapa y sigo utilizando los gritos como una herramienta de corrección. Ah pero basta que Anna pegue un grito a su hermana o primo, allí salgo yo en primera fila a llamarle la atención porque eso no está bien.

Entonces, nos comportamos como unos «padres fariseos» poniendo cargas pesadas de llevar a nuestros hijos sin estar dispuestos a llevarlas nosotros. Y así vemos:

  • Padres que exigen respeto de sus hijos, pero no son respetuosos con sus hijos en su forma de corregir.
  • Padres que exigen cero gritos, pero ellos se exasperan prontamente.
  • Padres que exigen obediencia, y en sus actos muestran desobediencia a la palabra de Dios.
  • Padres que exigen confianza, pero no paran de mentirles a sus hijos (promesas sin cumplir).

Entonces, ¿qué determina mi relación con mis hijos?

Los niños no siempre harán brotar lo mejor en nosotros, pues somos personas imperfectas viviendo la etapa de padres con la misma imperfección. Y llegan estos pequeños seres tan parecidos a nosotros a intensificarlo todo. Existirán gritos, castigos injustos, caras bravas, desesperación y frustración, pero esto no es lo que debe determinar la relación con tus hijos, así que manos en el asunto. Una relación sana con los hijos va llena de amor, paciencia, respeto, guía, corrección y también de errores y perdón.

¡Soy una pésima madre!

Si evaluamos nuestras vidas como un ejemplo para nuestros hijos les podríamos asegurar el fracaso – este es mi caso particular -. A esta altura del escrito podríamos estar pensando «si yo soy un mar de equivocaciones, entonces no sirvo como mamá o papá». Pero esto no es así, existe una actitud importante a enseñar a nuestros hijos con cada actitud errónea que le modelamos y es el «arrepentimiento». Tratemos de definir qué significa arrepentimiento.

Arrepentirse, significa cambiar de opinión o el propósito e involucra siempre un cambio a mejor. El arrepentirse debe ir acompañado de ciertos ingredientes: de amor, de humildad y de dominio propio. Muchos crecemos con una panorámica equivocada de lo que implica arrepentirse de algo, pareciera que solo implica el expresar «perdóname» por esto o aquello y allí queda, pero el significado real del arrepentimiento lleva a un cambio de actitud, es darse cuenta que lo hecho realmente estuvo mal y hacer un cambio en dirección contraria.

En muchas ocasiones nos encontramos haciendo algo mal en la crianza de nuestros hijos pero no somos lo suficientemente humildes para reconocerlo y entonces le exigimos a nuestros pequeños actos de perdón con nosotros mismos o con el abuelo o el hermano pero nunca nos han visto a nosotros pedirles perdón cuando fallamos.

Mi hija Anna en varias ocasiones ha sabido decirme “mamá no me pediste perdón por haberme jalado el brazo brava, eso me lastimó, ¿lo sabes no?” o cuando le regaño a ella y la responsable fue la hermanita me dice “mami yo no fui y me culpaste sin saber”. Ha sido una constante en mí el pedirle perdón a mi hija por las cosas que hago y sé que no están bien por eso a ella no le resulta difícil asimilar el pedir perdón cuando falla.

¡Todos fallamos!

Esa es una verdad que aplica para tu hijo pero también para ti como madre o padre. No debemos considerarnos libres de fallas en nuestro carácter pues entonces tampoco deberíamos considerarnos degradados al pedir perdón.

Si a tu hijo le está costando muchísimo pedir perdón cuando falla evalúa con cuanta frecuencia tú le pides perdón al fallarle a él.

Los niños perdonan y olvidan fácilmente y es un punto a nuestro favor. Cuando pierdas los estribos, practica lo que predicas rápidamente, di “Lo siento” y haz tu mayor esfuerzo por no volver a cometer el mismo error.


Por Omarlis de Tapisquen

Comentarios

  1. Excelente! La Clave de la enseñanza eficaz es el ejemplo.

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  2. Excelente amiga querida! Dios nos ayude a ser ejemplos de bien para nuestras niñas.

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