Como
padres cristianos no queremos que nuestros hijos pequen. Deseamos en el fondo
de nuestro corazón que conozcan a Dios y se rindan a su voluntad. Por lo que
estamos muy pendientes de corregir en ellos las conductas que vemos y creemos
que son pecados.
En uno
de mis escritos recientes hablaba sobre lo importante de la reprensión oportuna
hacia los hijos y resaltaba dos grandes principios, el primero: no reprender
oportunamente a los hijos es un pecado delante de Dios, segundo: la falta de
reprensión oportuna trae consecuencias a nivel personal, familiar y social.
Entonces, debemos conocer realmente qué es pecado y qué no lo es.
La
Biblia, que es la máxima en cuanto a lo bueno y a lo malo, nos dice que pecado
es todo aquello que a Dios no le agrada y te aparta de su presencia. Es la
violación de aquello que la gloria de Dios exige, y por lo tanto, en su esencia
misma es lo que se opone a Dios. Entonces, esencialmente el pecado está
dirigido contra Dios.
Muchas
veces como padres nos vemos reprendiendo una conducta en nuestros hijos con la
justificación de ser un pecado, o exigiendo conductas en ellos que no se
relacionan con la edad que tienen, pero cuando vamos a la Biblia; que es donde
podemos encontrar lo que realmente es un pecado, no hay fundamento alguno para
nuestra reprensión, sino que por el contrario se trata de un desacuerdo de
gustos, ¡si! entre nuestros gustos y los de nuestros hijos. Por ejemplo, el
género de música y el volumen para escucharla, el tipo de literatura que leen o
el estilo de vestimenta por mencionar cosas sencillas.
El
saber y estar conscientes que no todo lo que no nos gusta de nuestros
hijos es pecado nos abrirá puertas a la buena comunicación con nuestros
muchachos, al respeto de parte de ellos y a la búsqueda de consejos en nosotros
antes que en cualquier otra persona.
Como
padres debemos estar conscientes que nuestros hijos son y serán personas con
gustos que pueden llegar a ser muy diferentes a los nuestros (cuando fuimos
muchachos también nuestros gustos se diferenciaban de los de nuestros padres).
Ellos son personas con criterios, con una forma de pensar, con un estilo único.
Nos veremos frustrados y con una relación quebrada si nos enfrascamos en que todo
lo que salga de ellos distinto a nuestra forma de concebir la vida es pecado.
¿Entonces qué debo hacer?
Es nuestra responsabilidad siempre guiar a nuestros hijos en su diario caminar (Prov. 22:6) por lo que no debemos dejar de:
- Enseñarles la palabra de Dios diariamente. Ella es la única que produce cambios reales en las vidas de quienes meditan en ella.
- Guiarles sabiamente a tomar buenas decisiones, aun sacrificando nuestros “buenos gustos”.
- Reprenderles en los casos que sus gustos los estén llevando por un mal camino.
- Aceptar su forma de pensar siempre y cuando no desobedezcan las ordenanzas de Dios plasmadas en su palabra. No le cuestiones todo lo que le gusta.
- Ayudarles a decidir cabalmente sin imponerle tus gustos.
- Orar por ellos para que Dios siempre esté en sus pensamientos y tenga misericordia de sus vidas. Y también orar por ti como madre y como padre, para que Dios te ayude a aceptar la forma de pensar de tu hijo y a guiarle sabiamente.
Sepamos
elegir nuestras luchas con nuestros hijos, evitemos caer en una lucha constante
con ellos por gustos. Que Dios nos dé discernimiento para ver pecado donde
realmente lo haya.
Muy interesante y acertado tema hna. Querida, muchas veces nos encontramos como padres diciendo a nuestros hijos que es malo o que es bueno según nuestros propios creterio (por cultura, por estilo, por crianza, etc.) y no debe ser así, debe ser según las instrucciones encontradas en la Palabra de Dios tal y como expones, con sabiduría, paciencia y amor, evitando exasperar a nuestros niños.
ResponderEliminarGracias por tomar el tiempo para leer y para dejar tu comentario. Dios bendiga tu vida y nos llene de sabiduría para saber guiar en amor los gustos de nuestros hijos.
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