Desde que comenzó la cuarentena a muchas madres les tocó hacerse más visibles en la educación de sus hijos, pues al estar en casa y no contar con las expertas en persona, nos tocó asumir este rol que se nos había olvidado aplicar como parte de la crianza, el ser maestras, fácilmente aplicado para aquellas que continuaban enseñando y no solo revisando cuadernos.
A mí en lo particular me encanta enseñar, y saber
que conmigo mi hija mayor está aprendiendo a leer y a escribir y mi hijita
menor ya se sabe los números y las vocales me llena de gran felicidad pero eso
no es toda mi motivación.
¿Para qué enseñamos a nuestros hijos?
Para que sean mejores individuos, para que sean
profesionales, para que tengan aspiraciones, para que sean muy inteligentes.
Todas estas son razones válidas pero no es la razón por la que nos debemos
convertir en maestras de nuestros hijos. En la Biblia se encuentra una orden
muy directa a los padres en cuanto a ser maestros, en Deuteronomio 11:18-21
dice “Por tanto, pondréis estas mis
palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en
vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis
a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes
por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, y las escribirás en
los postes de tu casa, y en tus puertas; para que sean vuestros días, y los
días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la tierra que Jehová juró a
vuestros padres que les había de dar, como los días de los cielos sobre la
tierra.”
Nosotros somos testigos fieles de las obras
maravillosas que Dios ha hecho y de su misericordia en nuestras vidas por lo
que somos los responsables ante Dios de enseñarlas a nuestros hijos, para que
la gloria y la honra de Dios sigan esparciéndose generación tras generación.
¿Qué debemos enseñar?
La Palabra de Dios. Muchas veces nos vemos afanados
por el gasto del colegio, por las tareas que deben entregar los hijos, por la
carrera que han de escoger, pero le damos muy poca importancia el poner a
nuestros niños a aprender una porción de las escrituras, en enseñarles verdades
bíblicas, en que conozcan la historia de la iglesia y de los héroes de la fe. Nuestros
hijos pueden ser mayormente impactados por el evangelio si en casa nos
dedicamos a enseñarles la palabra de Dios desde que son muy pequeños.
¿Cuándo debemos enseñar?
En todo tiempo. Es fácil tener un horario de clases
y solo enseñar durante ese tiempo pero Dios nos demanda que mientras caminamos,
al acostarnos, al levantarnos, cuando andemos en nuestro diario caminar debemos
enseñar y recordar sus palabras, primeramente nosotros y enseñarlas a nuestros
hijos de igual forma. Que edificante es tener la oportunidad (y aprovecharla)
de enseñarle a nuestros hijos sobre atributos de Dios como la misericordia, el
perdón, el amor, la paciencia mientras corregimos actitudes pecaminosas en
ellos. Llevo unos cuantos meses aprovechando cada momento de disciplina de mis
hijas para enseñarles sobre la misericordia de Dios y sobre su omnipresencia y
cuan gratificante ha sido, no es tan fácil como escribirlo, pero ponlo en
práctica y verás los resultados.
¿Qué lograremos en nuestros hijos si nos convertimos en maestras de ellos?
Timoteo fue un joven de gran ejemplo para la
primera iglesia y aún lo sigue siendo para nuestra juventud. La fe que había en
su madre y en su abuela le hicieron crecer en fe y atesorar la palabra de Dios
le permitió ser de ejemplo para otros en servicio, amor, entrega y pureza. No
pienses querida mamá que no lograras grandes cosas con enseñarle fielmente a tu
hijo la palabra de Dios pues ella trae consigo las ricas bendiciones de Dios a
todos los que la leen, estudian, aprenden y obedecen por igual. Además, en
Deuteronomio vemos que Dios se complace en dar vida a aquellos que hacen esto
de atesorar su palabra y enseñarla a la próxima generación.
Entonces querida mamá, permítele a tu hijo
exponerse frente a las escrituras todos los días, hazlo tú con él, juntos
aprendan un verso o un capítulo de la Biblia, enséñale verdades bíblicas que le
ayuden a combatir los dardos que el enemigo lanzará contra él en este mundo
corrompido, háblale de los atributos de Dios y veras que la palabra de Dios no
volverá vacía y actuará en ellos conforme a la buena, perfecta y agradable
voluntad de Dios el Padre. ¡Ánimo!
Si no tienes idea de cómo comenzar o que enseñar en
casa, deja tu comentario y con gusto nos pondremos en marcha.
Por Omarlis de Tapisquen
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