Vivimos en un mundo que cada vez está más corrompido y ante esta realidad podemos tener dos actitudes:
1.
Apartarnos de T O D O lo
que consideramos impuro y muchas veces llevar esta actitud al extremo de
aislarnos no solo de los lugares y acciones sino también de personas que
consideramos totalmente pecaminosas.
2.
Y la segunda actitud es
reconocer aquello que realmente ha sido corrompido por el pecado y
santificarlo.
En Tito 1:15 dice "Todas
las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada
les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas."
Estas palabras del Apóstol Pablo me han hecho reflexionar mucho sobre nuestro
llamado a santificar las cosas corrompidas de este mundo. No es que éste sea
trabajo nuestro, pues sabemos que cuando Jesús regrese santificará por completo
a la creación y todo lo que en ella hay, pero sí, que mientras vivamos en medio
de este mundo podemos santificar por medio de nuestra forma de ver las cosas.
En el comentario Diario Vivir dice lo siguiente: “Los puros (aquellos que tienen a Cristo en control de sus vidas)
aprenden a ver la bondad y la pureza aun en medio de la maldad.” Este es un principio que expresaron a menudo
los grandes autores clásicos. "A
menos que el vaso esté limpio -decía Horacio-, todo lo que eches en él se corromperá.» Y Séneca decía: "Lo mismo que un estómago enfermo
altera la comida que recibe, así una mente tenebrosa convierte todo lo que le
confías en su propia carga y ruina. El punto, es que aquellos que purifican
su mente y corazón cada día en la Palabra de Dios verán las cosas que para
otros parecen dañinas y las purificaran.
Quiero ser enfática en esto, no estoy diciendo ni pensar en
usar este texto para dar una licencia a los cristianos de hacer cosas que son
pecado delante de los ojos de Dios, no podemos purificar aquello que Dios
aborrece. Cosas como el humor, los juegos, las artes pueden ser santificadas
por alguien que es santo en su mente y corazón.
Me gustaría contarles brevemente una experiencia con mis
hijas respecto a esto: una tarde mientras yo estudiaba un poco, escucho a mis
hijas – que estaban en la misma habitación que yo – jugar algo llamado verdad o
reto (creo que todos conocemos sobre este juego ¿no?). Yo me di el tiempo de
escucharlas y luego las detuve un poco, y le comenté sobre el juego, cuál era
la forma de jugar y cuál era el objetivo que cumplen muchos en el mundo al
jugar este tipo de juego. Les explicaba que la verdad la usaban para chismear
sobre la vida ajena y el reto para avergonzar a la persona – palabras más,
palabras menos – pero luego les expliqué que ellas podrían darle un sentido
diferente a ese juego que lo hiciera un juego no solo divertido sino también
sano. ¿Qué tal si el propósito de la verdad es para conocer mejor a la persona
y el reto lo usamos para alimentar la confianza en las relaciones? Y me
sorprendí al verlas luego jugar considerando lo que les había explicado.
A esto me refiero cuando digo, fuimos llamados a santificar
lo corrompido. Así mismo sucede con el humor, con la diversión y el esparcimiento
con la cultura de la música, del cine y la televisión, hasta con los libros. No
podemos convertirnos simplemente en señales andantes de lo que está mal,
debemos purificar donde llegamos y la vida de los que Dios nos ha dado en
nuestras manos.
Excelente
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